Volvamos la vista a los elementos, la materia y energía con la que el ser humano ha convivido durante milenios. La piedra, la arcilla, la madera, el yeso… sus texturas, formas, olores, geometrías y sabor. Un regalo de la madre tierra que alimenta nuestro espíritu y nos da cobijo.

Desde el inicio de la biología del hábitat la vista ha estado puesta en las arquitecturas vernáculas: sus materiales y técnicas, su diversidad y conexión con el territorio y sus gentes; sus colores atávicos y sonidos ancestrales.

Alcanzando el cuarto de siglo XXI, pasado y futuro se mezclan y se retroalimentan en la cal, el barro, el mineral, el agua, la madera, los aceites y las fibras naturales, ingredientes de cocina del arte de la bioconstrucción.

Llegamos un año más al solsticio de invierno, otra mirada hacia delante y hacia atrás, mirada introspectiva y de conexión con la madre tierra, de donde salimos y a donde volveremos, para volver a mirar al mundo y al aquí y al ahora. La reconexión anhelada que cada año nos espera por estas fechas, con la energía que nos otorga para seguir adelante y superar el invierno.

Desde el IEB agradecemos el momento presente. Creemos en lo que hacemos y que este proyecto tiene un porvenir y un sentido en la evolución de la biología del hábitat. Sabemos que la senda elegida es la adecuada y sentimos profundamente la motivación para seguirla.

Gracias a todas las personas que estáis ahí, conectadas y presentes.
Os deseamos un solsticio revitalizante y un fructífero año 2025.

Equipo IEB

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